Imaginate dentro de una semana.

Entras por la puerta de casa, agotada tras un largo día de curro, de aguantar al inepto de tu jefe, y tu pareja te dice: «Cariño, te ha llegado un paquete».

Te apresuras con ilusión e intuyo que con una sonrisa en la cara (siempre mola recibir algo a casa mientras no sea un sobre blanco remitido por el estado); tranquila, tú recibirás un paquete rosa acolchado que identificarás con rapidez, gracias a una pegatina blanca con un sombrero también rosa estampado en el que podrás leer «Rachel Bels».

Ahí está, ¿sientes ya el cosquilleo en la boca del estómago? ¿Aún no?

Dame un momento. Puedo hacerlo mucho mejor.

Lo abres tirando de la solapa, pero quizá termines usando unas tijeras (esas que en realidad no cortan nada y que no sabes por qué aún no has tirado). Con prisa, te pelearás por descubrir el interior del maldito sobre.

Te aseguro una cosa: en cuanto saques el contenido, te dará mucha pena abrirlo (me lo han dicho en tantas ocasiones, que se ha convertido en un saludo de bienvenida entre mis mensajes directos). Y tú también lo pensarás, al mismo tiempo que te llega un suave pero dulce olor afrutado, ¿o es floral?

No terminas de distinguirlo, pero te gusta.

Te acercas entonces el colorido paquete a la nariz mientras cierras los ojos con un cosquilleo en la punta de los dedos. Los mismos que no podrás resistir pasar por el suave terciopelo de la etiqueta hecha a mano con cariño para ti y que cuelga de una cinta (azul o roja, dependiendo del título elegido), y que ya has decidido usarás como marcapáginas mientras se desliza suave bajo tus yemas.

Ya te he sacado otra sonrisa. Y solo acabamos de empezar ;D

Al apartar el sobre algo cae de este. Espera, ¿de qué se trata?

¡Una piruleta!

De esas que tanto te gustaban cuando eras niña, las clásicas, las que te pintaban la lengua de rojo y te dejaban un sabor dulce y acaramelado en la boca durante horas.

Probablemente decidas comértela en ese momento. ¿Por qué no?

Toca romper el papel de regalo que reza con tanta fuerza «Princesas Valientes» y, de alguna inexplicable manera, ya empiezas a sentirte una.

Retiras el lazo y lo guardas, no será lo único que conserves, créeme, hay quien retira el papel con sumo cuidado, lo dobla y lo conserva con especial cariño. Creo que vas a ser de esas. Tengo esa intuición.

Has desnudado el libro, revelando un brillante y colorido ejemplar repleto de páginas aún por descubrir. El olor nuevo de las páginas combina a la perfección con el que descubriste nada más abrir el sobre.

¡Hacen match!

Lo abres y… ¡voila!

… te sorprendes con algo que se escapa de sus páginas, como volando, porque dependiendo del ejemplar elegido reirás entre pétalos o entre confeti real (ya entenderás a qué me refiero), y tras ese inesperado truco de magia llegan el marcapáginas, una postal sorpresa seleccionada solo para ti y, por supuesto, una dedicatoria de mi puño y letra que escribí con un bic rosa pensando en ti.

Acabas de darte cuenta: LA HISTORIA YA HA COMENZADO.

Si no has grabado un vídeo del unboxing, te arrepentirás y lo solucionarás haciendo una foto, porque algo dentro de ti necesita inmortalizar ese momento y, cuando me etiquetes o me envíes la imagen, seré yo la que sonría al reconocer una nueva Princesa Valiente que se une a este maravilloso REINO.

No puedo prometerte que te enamoraras de la historia, aunque he dado todo de mí para que así sea, pero algo que sí puedo asegurarte es que te haré sentir como una Princesa.

Una auténtica Princesa Valiente.